Marco Deportivo :: Salón encapsulado
No se trataría de una cápsula costosa rellenada por paja, por propaganda política o partidista, ni por auto elogios impresos en documentos con membrete oficial.
Tampoco recibiría a cualquiera que haya sido invitado nomás porque trabaja en el gobierno o porque simplemente pasaba por el lugar y quiso salir en la foto.
Los elegidos ingresarían por méritos propios y no por arranques protagónicos, de esos que atacan a quienes se empeñan en pasar a la historia a fuerza, con calzador.
Ahí no sería necesario encapsular ni enterrar a nadie, porque la trascendencia de la iniciativa consistiría en publicar de manera inmediata, a la vista de todos, testimonios del personaje reconocido.
Los nombres impresos dentro del lugar serían evaluados tras la investigación previa de un comité independiente y democrático, no por las filias o fobias de algún gobernante encargado de decidir lo que pasará, o no, a la posteridad.
Los familiares, amigos o admiradores de la obra del personaje homenajeado acudirían a ver su fotografía y su semblanza.
Ahí no habría que esperar medio siglo de encapsulamiento para que las nuevas generaciones descubran una foto a la que tal vez se colaron el abuelito o el papá o la mamá o ellos mismos siendo niños.
Los logros de los huéspedes del lugar no sólo perdurarían por cincuenta años, sino por siempre, ya que para entrar ahí los aspirantes tendrían que presentar información valiosa que justifique su inclusión.
Lo ingresado tomaría mayor valor con el paso de tiempo, lo que no pasa si se encapsula información irrelevante que, descubierta después de cincuenta años, sólo servirá para volver a guardarla en algún escondrijo subterráneo.
Diferencias entre el interés por contribuir en el fomento de la memoria para preservar los valores de la ciudad y el interés por contribuir en el fomento de la memoria para respaldar una corriente política.
Diferencias entre ignorar la creación de un recinto que rescate las historias de éxito de tanto ensenadense talentoso, e invertir en grandes ceremonias para encapsular y enterrar datos, cifras, obras, música e imágenes de un trienio.
Nada nuevo.
Principios que distancian al deporte de la política.
Por lo pronto, el Salón de la Fama del Deporte, sueño de un grupo de idealistas aferrados y ajenos a intereses políticos –liderados por ese maestro incansable, cuyo nombre, en un acto de justicia, tendría que bautizar la obra si es que llega a concretarse algún día– sigue ahí, sin apoyo, a la deriva.
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