Marco Deportivo :: El heredero
El boxeador en el retiro ve la pelea al filo del ring.
Es juez, pero vive las acciones con intensidad porque ha visto nacer boxísticamente a uno de los protagonistas.
Al principio del combate ve lo que todos ven: el joven boxeador, arropado por su afición, ataca a su rival, lo avasalla, lo arrincona y lo derrumba.
El derroche de facultades en su máxima expresión: velocidad, pegada contundente, agresividad y juventud, todos los recursos que completan a un gran boxeador.
El boxeador en el retiro ve a la promesa de la ciudad y sabe que es el único que puede recuperar el interés perdido por la afición, como en sus tiempos, cuando él y su acérrimo rival llenaban las arenas.
Aunque hace más de diez años finalizó su carrera, durante ese tiempo, ya en el retiro, ha seguido de cerca el deporte que practicó y que lo apasiona, pero lo hace de otra manera, más analítica, lo entiende mejor, por eso, además de ver las cualidades del joven talento, también ve sus defectos.
Después del aquel primer round de virtuosismo, la pelea cambia, el esfuerzo hecho durante los tres minutos iniciales, pasa factura.
El boxeador en el retiro ve lo que muchos no ven, conoce bien al prospecto de ídolo y se alarma cuando percibe cansancio, que las piernas y la cintura no responden.
La pelea avanza y el boxeador en el retiro confirma sus temores cuando el rival se crece al paso de los rounds y se adueña de las acciones.
La calidad está del lado del boxeador local, pero la preparación física está del lado del visitante.
El boxeador en el retiro lo sabe y lo advierte en sus anotaciones: lo que parecía una pelea de trámite se ha convertido en una pesadilla, los puntos ganados en los primeros rounds se han desvanecido en los subsecuentes.
Faltan ocho minutos de pelea y el conteo muestra paridad, aunque la tendencia obra en contra del púgil de casa.
Sin embargo, no hay necesidad de apelar a los números para determinar al ganador.
El tesón, la preparación en el gimnasio, supera a la calidad, a las facultades.
El boxeador en el retiro resiente la derrota, no la entiende, considera que la pelea era exigente, pero no para acabar con el paso invicto del peleador local.
Sabe, más que nadie, que ese joven boxeador no es uno del montón, que, además del talento, tiene carisma y sobre todo que “es un muchacho sano, positivo…”.
El boxeador en el retiro está seguro de que el prospecto ya es una realidad y de que la derrota, bien canalizada, puede proyectarlo al sitio que le corresponde, al sitio que él y su acérrimo rival ocuparon por aquellos años, cuando en las arenas de la ciudad, el boxeo era sinónimo de pasión.
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