APUNTES PERDIDOS
Por Marco Antonio Domínguez Niebla
La acera de las hamburguesas. Casi todas las mañanas, entre diez y media y once, camino por esa acera. Al principio me atraía el olor desprendido desde la cocina, que, luego, a fuerza de costumbre, me resulta incluso indiferente. Pero esa mañana de viernes una llamada cambió la rutina. Era Emeterio, el infatigable promotor de carreras atléticas. Un día antes fui informado de la rueda de prensa en Valle de Guadalupe para el anuncio de un Medio Maratón, pero olvidé que había sido citado a las diez en el bulevar costero, casi a la salida de Ensenada, donde esperaría un camión para transportarnos hasta el lugar indicado. Emeterio, entonces, tuvo la cortesía de preguntar mi domicilio para ofrecerse a pasar por mí. Le tomé la palabra. Vivo justo detrás de Carls Jr, ¿ahí nos vemos?, pregunté, tal vez en un intento por conservar la costumbre de la ruta recorrida casi todos los días, como parte de esas manías que llegan con los años. Pero sugirió que mejor, tanto él como el chofer, los compañeros de prensa y el presidente de la Liga Municipal de Atletismo, me esperarían «en La Honda, donde estaban los cines gemelos». Perfecto, le dije, a las diez y media estoy ahí. Y ahí estuve. Alcanzamos a llegar puntuales. Ya de regreso, antes de escribir lo reportado en el valle, leí la noticia que empezaron a difundir los diarios locales, en franca competencia por ganar eso que en tiempos de redes sociales a nadie importa, llamado primicia o exclusiva: Empresario armenio ejecutado afuera de Carls Jr alrededor de las diez y media de la mañana, justo por esa acero por la que camino casi a diario aspirando el aroma adictivo a hamburguesas, papas fritas y demás detonadores de tantas cosas, con excepción de ese viernes que Emeterio cambió el punto de encuentro.
La dictadura imperfecta. Todo inculpa al tramposo, al mañoso aferrado al poder. Pero incluso con las pruebas presentadas, las autoridades y los mismos medios de comunicación insisten en proteger al mañoso. ¿Qué demonios hago yo contándoles La Dictadura Perfecta? Mejor vayan a verla mientras yo sigo acá, después de casi un mes, en espera de noticias de la CAAD y Conade sobre El caso Freddy.
Máquina del tiempo. Luce como la misma escenografía abandonada, apenas con pequeños retoques. Sólo faltan los chicos vestidos de kaki, fervorosos, gritando a favor de cualquiera de los chicos liados a trompadas a la hora de la salida, o alguna chica de rosa, azul o guinda gritando desesperada, entre sollozos, para que separaran a los gallitos de pelea. Ahí, junto a las ya desde entonces viejas canchas de frontón, se dirimían las diferencias surgidas entre las siete y la una entre las aulas, los pasillos o los patios de la Migoni. La única diferencia notable a primera vista en tantos años, más de dos décadas, es un gimnasio de boxeo recién construido. Fuera de eso, y entre anuncios de inversiones y rehabilitaciones y dignificación de espacios y todas esas cosas que se dicen desde los discursos oficiales, la esquina de la Pedro Loyola y Diamante sigue pareciendo, igual que a mediados de los años ochenta, un espacio perdido en el tiempo.