Marco Deportivo :: Afición y fe
Creció en Granados, Sonora, su tierra natal, territorio naranjero. Pero se formó en Ciudad Obregón, territorio yaqui.
Mientras crecía vio a las grandes glorias naranjeras, los hombres que forjaron la historia más gloriosa de la Liga Mexicana del Pacífico.
Héctor Espino y tantas leyendas vestidas de negro, naranja y blanco, forjaron su afición al beisbol, su interés por el deporte.
El estudio y las crónicas beisboleras ocuparon su tiempo: vocación y afición, fe y deporte.
Las calificaciones, el estudio, los retos superados, la decisión, el convencimiento de consagrase a una misión: Ciudad Obregón, el nuevo destino.
Los libros, la cátedra y de nuevo el beisbol.
Tiempo de ordenarse, de crecer, de viajar, de confirmar el oficio, todo desde tierra yaqui, todo desde una ciudad donde se respira beisbol, donde hablar de pelota es obligado.
Contraste entre los resultados del equipo local con las hazañas de los históricos Naranjeros: un solo título por década desde que él se estableció en Ciudad Obregón.
Sin embargo, tanto tiempo, treinta años de ver a los aguerridos Yaquis, dividieron su corazón, su afición.
Naranjero y Yaqui, hermosillense y obregonense.
Años después llegó la gran noticia, el reconocimiento a una vida, a una trayectoria, aspiración cumplida, diócesis, Ensenada, un nuevo destino, otra vez el beisbol presente.
Cuatro temporadas bendecidas por él y llegó el título, el primero, el histórico, afición fragmentada en tres: Naranjero, Yaqui y Marinero, hermosillense, obregonense y ensenadense.
Por lo pronto, un problema menos, Ensenada juega en otra liga, no es rival afín.
Tiempo de playoffs. El destino hace su parte: una de las series de la Liga Mexicana del Pacífico enfrenta a Yaquis y Naranjeros.
El internet facilita la información y él, como hombre informado que es, se entera del resultado desde Ensenada.
Los Yaquis ganan la serie con suficiencia. Los Naranjeros no alcanzan lugar entre los semifinalistas ni como comodín.
Sentimientos encontrados. Alegría por los Yaquis, por Ciudad Obregón. Pena por los Naranjeros, por Hermosillo.
Con el paso del tiempo todo cambia y en su caso evoluciona. Pero a la hora de hablar de beisbol, aquel niño que seguía a los Naranjeros sigue siendo el mismo hombre que se encariñó con los Yaquis y que hoy aplaude a los Marineros.
Sigifredo Noriega Barceló, el aficionado al beisbol, cambia de rol, sus fieles lo esperan.
El Obispo de Ensenada va a trabajar.
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