APUNTES PERDIDOS
Por Marco Antonio Domínguez Niebla
La mujer del tenista. La chica que atiende la caja del café es tan joven que resulta entendible su desconocimiento sobre la identidad de la persona que ha ordenado su bebida con el encanto que da un acento extranjero, en este caso como cantadito, muy sudamericano. ¿Nombre?, pregunta la chica, antes de anotar en el vaso la respuesta de la mujer cuyo rostro conserva los rasgos de esa misma belleza que recuerdo llenando el televisor cuando se dio uno de esos casos extraños en que la justicia (cuando menos la mía, un chiquillo entonces de siete años) sentenció aquel concurso. Han pasado los años, pero hay llamas que ni con el mar, decía una canción de Mecano. Y cuando otra de las chicas, igualmente joven, canta uno de los tantos nombres con apellido que se ofertan en el menú de los cafés de ahora «para Maritza», me doy cuenta de que aquella memoria me ha impedido acercarme, intimidado por la mujer que jamás descompuso la figura, aun ahogada en llanto, en cuanto escuchó el veredicto: «Miss Venezuela, Miss Universe 1979». En fin, ya habrá otra oportunidad de enviarle saludos al gran Raúl.
Resaca y pompa. Las Tres Cabezas le llaman al lugar, aunque a algunos solemnes no les guste. Y es que en realidad lo que hay ahí son tres grandes cabezas; de Juárez, Carranza e Hidalgo, pero, a final de cuentas, tres grandes cabezas. Por aquello de los prejuicios y «el respeto a los próceres de nuestra historia», la invitación, pomposa y solemnemente, convoca a la «Plaza Cívica de la Patria» para la inauguración de la etapa estatal a Olimpiada Nacional. Las sillas colocadas para la ocasión empiezan a ser ocupadas media hora más tarde de lo pactado, para no violentar la tendencia de los actos gubernamentales en términos de puntualidad, ese sábado por la tarde. Entre los discursos de las autoridades, el desfile de las delegaciones de los cinco municipios de la entidad y los honores a «nuestra enseña patria», se anuncia el último punto del acto metido como con calzador cuando en ese mismo momento las chicas softbolistas ya se debaten «en pos de la calificación». Entre tanta solemnidad y frases hechas, aparece un grupo de chicas surgidas de los programas de La Casa de la Cultura para cerrar las actividades con un bailable. De repente, la escena es tomada por un hombre mayor, de pelos encanecidos y amarillentos, grande, gordo y sonriente, un borrachín que acompaña, tambaleante pero con gracia, cada paso dado por las bailarinas, ya opacadas pese a su juventud y talento, frente a la irrupción del espontáneo que parece poseído por las notas musicales, así como por los efectos de la ingesta previa, a tal grado de contagiar a la concurrencia, hasta entonces aletargada ante tanta solemnidad. ¡Salud en las Tres Cabezas!
Los columnistas. Daniel escribe de su exitosa liga, las banderas sobre el emparrillado, el llamado futbol flag. Homobono da de hitazos tecleando sobre su pasión: El beisbol. Armando nos relata, desde la entraña de la organización, lo que pasa en Toros de Tijuana. Montalvo, por su parte, cuenta lo que hay detrás del resultado frío hasta el punto de calentar su espacio con los rumores y movimientos dentro del futbol local. Y Néstor nos pone a circular al transmitir sus experiencias como corredor. La lista crece y ya se vienen las columnas de José Ramón y Juan Pablo, el doctor y el psicólogo. Cada vez me siento menos solo.