Marco Deportivo :: Caballero triunfador
La fiesta de tres días al aire libre, amenazada por la lluvia.
Ojeada diaria al pronóstico metereológico en espera de cambios, pero no, el monitor entregaba malas noticias: lluvias viernes, sábado y domingo, justo los días marcados en el calendario para el gran acto.
Los compromisos del célebre invitado no daban espacio a la posposición.
Boletos de avión, reservación de hotel, horarios y honorarios, todo pactado.
Plan B. Medida de emergencia. Desesperación por salvar la iniciativa. Todas las actividades bajo techo, a algún gimnasio, si el vaticinio se cumplía.
Los organizadores, seguros, confirmaron: él quiere venir, ya tiene todo listo, suspensión descartada aunque llueva.
Llegó el viernes, llegó él y llegó la lluvia, los dos primeros tan esperados, la tercera no, asistente sin invitación.
Medio centenar de jóvenes peloteros, prospectos, talento en ciernes, la oportunidad de ser aconsejados por uno de los grandes, uno de los pocos que lo han logrado, un ligas mayores.
Después de una hora, la lluvia obligó a la pausa, cobijo en el dug out y luego, cuando la intensidad bajó, continuación y término de la clínica sobre el todavía utilizable campo histórico de la ciudad.
El sábado, el panorama anticipaba problemas. Lluvias constantes, cantidad de agua suficiente para sepultar cualquier espacio deportivo. Pero no ahí. La gente del sur tomó el reto y lo superó. Por la tarde, el ídolo convivía con los jugadores más prometedores del valle en su propio campo, rehabilitado ya en esos momentos, gracias al trabajo del ejército rural.
El domingo la última cita. Las nubes cargadas de agua sobre el valle verde. Mañana difícil. Más lluvia. Obras a marchas forzadas a cargo del experto que conoce el campo que él mismo construyó y que lleva su nombre como la palma de su mano. El “con que no llueva por la noche ni temprano por la mañana”, cambió casi al mediodía por el “con que no llueva antes de la dos de la tarde”. Y así fue, no llovió antes de las dos, hora en la que el campo estuvo listo. Cincuenta beisbolistas más en el cierre de actividades. Respuesta generosa de la afición; a la altura del huésped. Y lo más importante, el ídolo con itinerario cumplido.
La lluvia, finalmente, no evitó que las tres clínicas pudieran realizarse donde debían realizarse sin necesidad de aplicar “planes B”: un campo de beisbol.
Experiencia inolvidable, enriquecedora. Éxito. Misión cumplida por parte de los organizadores.
Por tres días en los que hasta la lluvia se alió para no aguar la fiesta, un caballero triunfador llamado Vinicio Castilla –con cada consejo, con cada sonrisa, con cada acto de humildad– marcó la vida de tantos jóvenes beisbolistas de la ciudad y escribió su nombre con letras de oro en la historia deportiva de Ensenada.
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