Marco Deportivo :: En el día de la mujer
Empecé a trabajar tarde. Tenía que ver el juego entre Barcelona y Arsenal. Adelanté trabajo en la sala de la casa mientras empezaba la transmisión. Ella se dio cuenta y se retiró a la recámara. El partido inició. Los campeones de España en una cita de vida o muerte. Ella regresó, me contó algo y le contesté con monosílabos. Mi mirada seguía fija en el televisor. Una injusticia monumental amenazó con cimbrar el Camp Nou en varias ocasiones . Dominio, magia, toque, pero nada. Barcelona generaba más de una decena de llegadas pero sólo llegó un gol al final del primer tiempo: Iniesta filtró, Messi hipnotizó el balón y le ordenó el ingreso a la portería. La tensión cedió un poco. Ella lo percibió y regresó a charlar un poco durante los comerciales del medio tiempo. Pero después vio que los nervios reaparecían y me dejó en trance futbolero. Arsenal, empezando el segundo tiempo, empató con una sola llegada, aunque ni siquiera anotó uno de los suyos: autogol de Busquets, central improvisado por la ausencia de Piqué. El equipo de Pep quedaba fuera con ese resultado, pero la injusticia era tal que el árbitro pareció solidarizarse: se puso exigente y expulsó a Van Persie, el holandés de Arsenal. El Barça aprovechó y sentenció la eliminatoria en dos minutos. El mejor equipo del mundo en su máxima expresión. Una de tantas series de toques virtuosos finalizó con el pase a la red de Xavi, encargado de coronar el empate global. El árbitro, contagiado por los magos blaugranas, decidió liquidar el asunto de inmediato. Escena magistral de arte dramático a cargo de Pedro, penal y Messi otra vez. Tema resuelto. Justicia futbolera para los españoles, injusticias arbitrales para los ingleses. Silbatazo final. Barcelona más vivo que nunca para pelear por el segundo triplete en tres años luego de vencer en cuartos de final a uno de los grandes de Europa. Apagado el televisor, retomé el trabajo, escribí algo y después guardé la computadora para salir a trabajar. Como ella permaneció en la recámara, fui a despedirme. Estaba recostada descansando. Pensé en irme para no interrumpir su reposo, pero decidí entrar. Entonces la abracé, le dije que la amo, que es la mujer más importante de mi vida, que soy feliz de tenerla a mi lado como la compañera incondicional que ha sido siempre y que valoro cada gesto amoroso que me entrega día a día, como es cederme el televisor, su televisor, para ver el futbol.
Gracias, madre. Por coincidencia, ayer fue el Día Internacional de la Mujer.
Felicidades.
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