APUNTES PERDIDOS
Por Marco Antonio Domínguez Niebla
Trampas al pudor
El estómago y el corazón. Hace justo un mes iniciaron los síntomas (a horas de la derrota en penales más penosa de la que haya memoria y a días de lo otro). Y con el título escapado a un minuto del silbatazo final y la soltería de vuelta, también regresó la colitis (nerviosa, le llaman). Días más tarde, vuelta la rutina. Cada mañana, a las cinco y veinte, suena el despertador: la nena entra a la secu a las seis con cuarenta y cinco y hay que acompañarla (solidario, ante tal acto de inhumanidad por parte de las autoridades escolares: ¡las seis con cuarenta y cinco!). No manejo ni quiero manejar nunca, así que camino de arriba a abajo esta ciudad que ahora parece zona de guerra con baches dentro de los baches; cráteres interminables agazapados cual fieras devoradoras de tobillos bajo el agua de las lluvias, en esa especie de trampas que, si bien es cierto que atentan principalmente contra la salud de los autos, a mí me tienen de regreso a casa, noche a noche, moqueando y con zapatos, calcetines y pantalones empapados. Por si fuera poco, trato de hallar el remedio infalible a todo tipo de desventura, pero los nenes ya no son tan nenes y prefieren disfrutar el cine o cualquier otro entretenimiento de días libres con primos o amigos y ya no tanto con papá (igualito que los amigos, ya todos casados y con deberes que los ocupan y no les permiten siquiera pensar en el engorroso proceso de tramitar en casa el permiso correspondiente para salir con el único soltero del grupo y el consabido riesgo que esto implica de acuerdo a los antecedentes en el anecdotario de lugares frecuentados). En lo laboral la cosa anda por el estilo: siempre me ha gustado escribir para provocar, pero ahora he pasado de provocador a provocado, y respondo, peleo, contrasto, me engancho, discuto irrelevancias con cualquiera y apunto contra quien sea, en tanto no despierte en mí el menor de los respetos: políticos anacrónicos cuyos cuentos ya no los cree ni el más ingenuo, o reporteros de deportes cursis, ñoños y puñetas, revolucionarios de redes sociales y sobre todo bloggeros o youtubers (o como sea que se escriban esas maneras de volverse célebre diciendo o escribiendo cualquier banalidad de moda entre los millenials). Incluso el futbol americano siempre había sido un pasatiempo ajeno al apasionamiento; sí, lo había sido hasta antes del último domingo cuando ganaron Falcons y Patriots, y me encontré lamentando la suerte de Packers y Steelers como si en ello me fuese la vida. Todo lo anteriormente narrado, amigos míos, es un compendio de eventualidades que han llegado una tras otra, de repente, así de golpe, vertiginosas cual caída de cascada (como los cuatro de Tigres el sábado en El Volcán –que bien pudieron ser siete u ocho–, contra ese sub campeón al que le repitieron la dosis y que ha venido a ser otro de los detonantes de este texto bizarro, decadente y sombrío). Qué mejor inicio de año para un columnista cuya única aspiración al sentarse frente al teclado es disponer de elementos que le permitan contar algo, lo que sea, mientras esto provoque algo en alguien, ya sea un “me gusta” o un “qué demonios hago leyendo a este tipo”. Al final de eso se trata. Envío los primeros “Apuntes…” de 2017. “Para su publicación”, agrego. Al demonio el pudor.