Columna








Por Marco Antonio Domínguez Niebla

Recalentado

Dicen los que saben, y los que no saben también, que todo quedará entre la solidez de Alemania, la magia de Brasil o la abundancia de talento francés. España, tal vez, agregan, por su nueva generación, o la también rejuvenecida Bélgica, tan sólida desde el gran portero que resguarda su arco hasta recorrer cada una de sus líneas. En mi caso, podría deslizar a México pensando que ahora sí cambiarán las cosas gracias a su gira europea ante las selecciones más competitivas del mundo con ese técnico extranjero y tibio que parece priorizar lo físico sobre todo lo demás. Pero prefiero no crearme expectativas ni engañarme o envolverme en la bandera esperando lo que no será, porque presiento que habrá un juego regular, uno espectacular y esperanzador, otro con lo justo para calificar -si bien va- y luego rezar en espera del milagro antes de decir adiós, un adiós como los de siempre, sin pena ni gloria. En términos prácticos, esa es la lista. Poco más que decir por los expertos y los inexpertos que parecen ignorar a esa maravilla vestida entre franjas de azul celeste y blanco. El más pequeño y hábil de los futbolistas de la última década, capaz de meterse a la discusión en torno al ocupante del sitio reservado al más grande jugador de la historia, cuya única deuda consiste en levantar esa Copa con el uniforme de su país para acabar con las dudas de tantos detractores, en su mayoría poseídos por aquello de que todo tiempo pasado fue mejor, anteponiendo a figurines de moda o virtuosos a los que ni siquiera vieron, y si los vieron fue a través de la selección de ciertas maniobras encerradas en videos borrosos en blanco y negro o en colores opacos, frente a las defensas permisivas de entonces. El entorno, los socios dentro de la cancha del gran 10, bien podría ser otro factor para justificar la ausencia de la albiceleste entre los favoritos; también su inestable eliminatoria sudamericana, a los tumbos desde un inicio, siempre dependiendo de él. Pero, amigos, les aconsejo que nunca subestimen a un futbolista de esa talla. En una ráfaga de inspiración, necesaria al menos durante un mes, no habrá selección sólida, ni mágica ni talentosa ni renovada que pueda frenarlo. No echen en saco roto mis palabras este primer día de 1986.

*Texto escrito en el viejo cuaderno de apuntes propiedad de un estudiante de secundaria en el amanecer de un año mundialista y retomado por el mismo autor, a modo de recalentado frente su falta de inspiración, apenas unos cuantos ciclos de cuatro años más tarde.

El autor es colaborador de AGP Deportes.





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