Matías-Apuntes Peridos








Por Marco Antonio Domínguez Niebla

Finales ajenas

Hasta cuando sonríe parece triste: una mueca fugaz que desaparece para retomar al instante el rictus de angustia, de preocupación, las ojeras acentuadas. A diferencia de Diego, su contemporáneo y rival inmediato sobre la cancha sintética del Caliente, el traje lo lleva como a fuerza, como si le estorbara. La corbata mal anudada lo evidencia. La descripción contrasta con lo cómodo que se le veía vestido de futbolista, o como se le ve entre semana girando instrucciones en el campo de entrenamiento, de shorts y camiseta. Así, con el gesto que lo identifica, acentuado por la goleada sufrida en Tijuana, el Pelado Almeyda responde cada pregunta de los reporteros sin elevar el tono de voz aun cuando denote cierto hartazgo frente a la reincidencia en los temas cuestionados: que si cuándo te vas, que si por qué tirar la liga jugando con juveniles, que si a un equipo grande le basta la final de Concachampions, que si esto, que si lo otro…

Mientras responde, el jefe de prensa ubicado junto a él mira alrededor y después de cinco minutos de explicaciones decido levantar la mano para formular mi pregunta. Luego lo pienso y declino. Siento que una pregunta llevaría a la otra y el resultado sería insatisfactorio desde la sentencia de ese hombre que se encuentra de pie al costado del asiento de comparecencias dentro de la sala de prensa del estadio Caliente: “una pregunta por medio, por favor”. Proceso normal durante esos intercambios de preguntas por respuestas antes o después de los partidos para tratar los temas del momento, intrascendentes en la mayoría de los casos, y dictados en agenda desde los programas de chismes “especializados en futbol” que pasan por televisión. Insuficiente, sin embargo, al menos para mí que lo vi ganar la Libertadores del 96 con un gol suyo, como integrante de una de las generaciones más fértiles de River Plate, el equipo con el que vivió la gloria de los títulos y el infierno del descenso, uniformado épicamente con esa franja de fuego atravesando su pecho, tan seductora para tantos desde el primer encuentro, en coincidencia con lo dicho en algún momento por el eterno custodio del arco italiano, Buffon: “Me encanta esa camiseta con la banda roja, una de las más lindas del mundo”. No me extiendo más. Sólo rescato una más de las frases que el también ex jugador campeón con Lazio en Italia y dos veces mundialista por Argentina repartió esa noche de resignación a la liga local en el Caliente de Tijuana como argumento más que contundente frente a sus prioridades desde que llegó a México, en camino a robustecer todavía más su trayecto como entrenador de futbol: “No hay nada más lindo que preparar una final”. Termino el texto. Faltan minutos para que inicie la serie que entregará al representante de la región hacia el Mundial de Clubes. Lástima. Por hoy, Matías se encuentra en la otra vereda, la más lejana a mis convicciones, a mi afición. Qué envidia.





Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

This site uses Akismet to reduce spam. Learn how your comment data is processed.