Por Marco Antonio Domínguez Niebla

¿Los Lobos? 

Nos volteamos a ver, dudosos, incrédulos. Poco sabía por dónde irme, cómo conducirme al ser el único representante de medios deportivos presente. Una reportera de información general acaparó todas las preguntas. Y todas fueron en un terreno lejano al deportivo. Ella insistía en corridas económicas, proyecciones, capital. Y los tres anfitriones parecían incómodos, desubicados, fuera del tema que pretendían informar, con la marina de un hotel de la ciudad como fondo. Cuando mi compañero Alex y yo nos mirábamos, dudosos, incrédulos, era una especie de ¿qué hacemos aquí? Tengo que sincerarme: a estas alturas no me voy a venir a poner en el papel del pitoniso que vislumbró lo que se vendría. Por el contrario, vaticinaba lo que por fortuna no se vino. Antes de llegar a esa rueda de prensa, un entrenador amigo de la infancia y compañero de primaria, el Gallo Ortiz, me preguntó si me dirigía a ese evento, a la presentación del nuevo equipo de basquetbol de Ensenada, y le dije que sí. Él también hacia allá iba después de una entrevista que le realicé en CETYS Ensenada, donde conduce el área deportiva. Me explicó que lo que estaba por anunciarse era un proyecto regional, de un nivel mayor al de la primera fuerza local y los circuitos estatales, con desarrollo de jóvenes y la posibilidad de reforzar con extranjeros de buen nivel. De inmediato recordé lo de los Cimarrones de la Liga Nacional de Baloncesto, la de mayor nivel en México, que solo sobrevivieron un año en Ensenada, y acentué mi escepticismo. Ya de regreso a aquella primera rueda de prensa, además del Gallo, estaba gente de basquetbol: el Tarzán Guerrero y el Bule de la Cerda, dos pesos pesado que legitimaban, como sólido apoyo moral, la intención de los tres jóvenes empresarios. Entonces sólo identificaba de vista a José Luis Maldonado, más que nada porque, gracias a su personalidad más que a la mía, me saludó como si nos conociéramos de siempre. A Erick Barraza y a Pedro Ruiz alguna vez los encontré vestidos de basquetbolistas sobre una duela, pero los saludé con un “mucho gusto”. Erick fue quien habló más, quien explicó las características de la liga, Cibapac, y la manera cómo se jugaría el certamen. Nada de jugadores, ni de confección de plantel. Tal vez, admito, por el desgano por saber más, por mi falta de olfato para detectar lo que se venía, ni insistí. Alex, mi compañero de trabajo de toda la vida, me conoce y lo notó. ¿Confías?, me preguntó cuando salíamos de la marina del Coral. No, le respondí. Y es que, como se habrán dado cuenta, claramente desconocía a los tres chicos que ayer, apenas dos años después de ese primer encuentro, le han dado a Ensenada un un título de baloncesto profesional, un equipo con identidad, jugadores debutantes, de casa, con un motivo para creer que pueden llegar a donde se lo propongan, pero sobre todo una ilusión para la afición de una ciudad urgida de espectáculos de calidad, reviviendo y rejuveneciendo el viejo gimnasio municipal Óscar “Tigre” García, hoy, y seguramente cada otoño e invierno por venir, merecidamente rebautizado como La Lobera.





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