Por Fernando Ribeiro Cham

Cabezas cortadas y manos besadas

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”

  • Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes.

“Y a su barco le llamó libertad”

  • Un velero llamado libertad, José Luis Perales, intérprete.

Contundente. Rotunda. La decisión de la federación internacional de natación de desconocer al siempre inmerso en presumibles actos de corrupción, Kiril Todorov, ha sentado la base para un interesante debate sobre dos temas propios del asociacionismo deportivo, la autonomía de gobierno y regulación y la subordinación a un organismo jerárquicamente superior y es que ambos hechos se encuentran en los propios estatutos.

“Esto significa que usted  ya no es reconocido como presidente de la federación mexicana de natación y todos los miembros de su consejo directivo deben separarse del cargo de forma inmediata”, dice la carta que firmó Brent Nowicki y remata con la advertencia importante, “confiamos en que este proceso (el de la transición hacia una comisión reorganizadora) se implemente con respeto y sin perjudicar a aquellos a los que servimos (la familia de la natación mexicana)”. Lo que no se dice, pero se entiende, es que la internacional emite una alerta para la natación mexicana y que en caso de no llevarse el proceso de renovación del consejo directivo, el siguiente paso sería la sanción a las delegaciones mexicanas en eventos regulados por la FINA, de ahí que las copias hayan encontrado como destinatarios al Comité Olímpico Mexicano y a la CONADE.

La función principal de la comisión reorganizadora, es establecer las condiciones para una nueva elección, aunque de fondo no combate las malas prácticas de gobernanza que llevaron a la longeva administración de Todorov y que incidirán seguramente mediante el voto de los delegados a la próxima asamblea de elecciones. Salvo que los no reconocidos, término distinto a aquellos que han sido destituidos, recurran al tribunal de arbitraje deportivo, la FINA decidió cortar cabezas unas que habían enturbiado las aguas de la natación mexicana.

Un sentimiento al que no puedo encontrarle un nombre completo, pero que es una especie de mezcla de incredulidad (aunque ya he visto mucho) y tristeza, fue lo que me provocó el ver una carta en la que un par de beisbolistas, con una amplísima trayectoria, le piden disculpas al presidente de la asociación de béisbol de Baja California, “sopese por favor estas palabra y aminore su enojo hacia nuestra participación, para que con ello, la bondad de su corazón, la gentileza de su persona y la empatía para quienes sin dolo infringimos su irrestricta norma, tan solo por la pasión de entrar al diamante, podamos gozar de nueva cuenta de su presencia y ver su rostro. Perdónenos y líbrenos del mal de estar excluidos del beis federado, porque suyo es el reino de las novenas y el poder que asamblea tras asamblea le otorgan los delegados del deporte que hoy por hoy, en este sexenio que dice transformar por cuarta ocasión la vida pública del país, se ha convertido en el emblema nacional”. Lo anterior no lo dijeron, aunque en alguna forma es lo que se entiende al leer el texto, mismo que me pareció debió quedarse como documentos internos de la asociación, “porque al que se le estima se le corrige en lo privadito”, salvo el caso, de que como rey de Inglaterra, se haya dado la orden de exhibir las partes corporales de los condenados a los cuatro puntos cardinales. 

Me encanta la película “corazón valiente”, vaya actuación de Mel Gibson, interpretando a William Wallace, una oda a la dignidad, dignidad que si se encuentra endeble, bien haría en pedir asesoría y defender lo que por derecho corresponde, allá la independencia escocesa, aquí el derecho constitucional a practicar béisbol o cualquier otro deporte. En fin. Los Wallace’s (perdóneme el anglicismo) del diamante, prefirieron pedirle al verdugo piedad y no se aferraron, quizá con el último suspiro a exigir la libertad que por derecho tenían y siguen teniendo. Vea la película, no tiene desperdicio.

Las opiniones aquí vertidas no tienen relación alguna con las actividades académicas o profesionales del autor.





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