Por Marco Antonio Domínguez Niebla

Bendito Rodeo

El mensaje llegó cuando ya habíamos tomado carretera: la Ensenada-Tijuana. Los planes echados abajo de inmediato. Por lo pronto, hoy, ni zona mixta ni entrevistas al técnico y jugadores, ya será la próxima semana antes del juego debut, según se leía desde el grupo de WhatsApp cuando atravesábamos la caseta de San Miguel. “Ni modo”, le comenté a Alex.

“Entonces va a ser muy gráfica la cobertura, tiras muchas fotos de los refuerzos con los nuevos uniformes, y de ahí a cenar rico”, le dije. Sugerí El Rodeo, un buen restaurante de carnes. Y aceptó.

Sin el tráfico ni las convulsiones habituales, llegamos con tiempo suficiente para preparar el trabajo proyectado en La Revolución, célebre zona tijuanense donde confluyen, en cuestión de metros, todos, todo y de todo y sin medida (como dice la canción).

Entre las calles tercera y cuarta, se asomaba una estructura con la leyenda “Xolos” y cuando ya íbamos muy decididos a instalarnos cerca de donde se hallaban las cámaras de televisión, nos interceptó un chico que muy amablemente nos giró instrucciones: “Ustedes van detrás de esta valla”. “Pero está muy lejos, ¿no?”, le comenté, con la misma amabilidad que nos atajó el joven uniformado con su camisa roja, marca Charlie. “Cuando salga el equipo uniformado, van a poder pasar a tomar fotos y video”. “Gracias”, respondí. “Pero en cuanto tomen las fotos y graben imagen, se regresan detrás de la valla”, advirtió. Irremediablemente pensé: “¿Qué demonios vine a hacer aquí?”.

En fin, respiré profundo, aún tratando de rescatar algo del evento al que, en el mismo grupo de WhatsApp, nos recomendaron llegar a las siete. La primera llamada fue a las siete y cuarenta y cinco y la tercera llegó a las puras ocho.

Nos volteamos a ver, junto al colega René Mora, cómplice de esta cobertura y también parte del grupo de periodistas defenestrados detrás de esa valla cuya distancia del escenario estaba por poner a prueba los zooms y esas cosas técnicas de cámaras y celulares.

Para empezar, un par de chicos rapearon un tema dedicado al equipo, al cual la gente, principalmente amontonada fuera del área del evento, sobre las banquetas, respondió tibiamente, aún más cuando uno de ellos preguntó si el equipo de casa será el próximo campeón del futbol mexicano: Guaffff, guaffff, expresó un señor enmascarado de xoloitzcuintle que desentonaba con el desgano colectivo.

Eran como dos mundos, dos realidades distantes: En la zona VIP, cómodamente instalados, los meros-meros, los Hank, padre e hijo, directivos y gente afín, así como los reporteros de la tele y los medios que suelen llamarse socios comerciales.

Tras el número musical, los conductores subieron a la tarima a un directivo que prometió cambiar inercias ahora que avanzarán 10 de 18, para sacar a los Xolos de ese lugar que se ha ganado a pulso: ser el único equipo del futbol mexicano que jamás calificó en el formato de van 12 de 18 a la liguilla. No dijo cómo, pero dijo que así será.

Luego, también sobre el entarimado, tomó el micrófono Miguel Herrera, el entrenador que anuncia la venta de camisetas y xolopass (abonados) y que también la hace de locutor poniendo voz a un video de reconciliación. En su discurso prometió que se viene la primera victoria del torneo el viernes durante la presentación ante los Pumas con casi el mismo plantel que el pasado torneo él mismo no logró rescatar de entre esos seis ausentes de la postemporada.

Ya en ese momento, para serles sincero, solo pensaba en la parrillada de El Rodeo. Así que como hasta entonces nadie hablaba de futbol ni de cancha ni de zonas reforzadas en ese plantel endeble del pasado inmediato, más allá del paraguayo González (buen delantero), el lateral Barbosa y el mediocampista Fernando Madrigal (cumplidores), el veteranísimo portero Corona (que viene a despedir su carrera a los cuarenta y tantos) y los regresos de los colombianos Balanta y Rivera (desde el hermanito Querétaro), emprendimos la huida.

Por la gente acumulada sobre las banquetas, por los colegas (los que estaban detrás de la valla sectaria y los que estaban entre los VIP), espero que la cosa haya ido a mejor después de las ocho y media-nueve que marcaba en el reloj cuando decidimos partir. El Rodeo cerraba hasta las diez. Alcanzamos a llegar.