Marco Deportivo :: Déjà vu (Los niños héroes II)
Tal demostración merecía ser contada más allá de la nota informativa y así lo hice en julio de 2010.
Y es que fue un juego de antología.
Atlas ganaba 3-0, pero los Pumitas empataron a tres y luego ganaron en tanda de penales.
Aquella batalla épica finalizó entre rugidos eufóricos y llantos rojinegros, reacciones naturales de acuerdo a la edad de los pequeños protagonistas, sobre todo después de definir un campeonato desde la cruel y caprichosa serie de penales.
Ocho meses después, el destino colocó frente a frente a los mismos finalistas, cuya rivalidad es, apenas en tres años, tan joven como intensa.
El domingo llegué al campo Gil Ojeda antes del silbatazo de medio tiempo, dispuesto a presenciar el juego de revancha.
Entonces, la porra azul y oro se desgañitaba, mientras la porra rojinegra no salía del asombro.
Momentos antes, los Pumitas, lanzados con todo al frente, tomaron cómoda ventaja con tres zarpazos que dejaban al zorro en agonía.
La reacción rojinegra apenas alcanzó para acortar la distancia a dos goles, antes de irse al descanso.
En los banquillos, las órdenes, la estrategia a seguir: de un lado “aguanten vamos bien”, y del otro “vamos con todo, primero a hacer el segundo y luego a buscar el tercero, el del empate”.
Los primeros minutos del complemento transcurrieron sin cambios.
Al paso del tiempo, los Pumitas se veían cada vez más seguros, decididos en cada acción, dueños del balón y de los rebotes.
En la tribuna todo seguía igual: arengas emocionadas del bando felino, tibias expresiones del bando atlista.
Pero lo mejor estaba por venir.
Pumitas y atlistas no podían concluir una final así nada más, sin emociones y con el dominio de un solo lado.
Cuando el final se acercaba, la sacudida llegó a balón parado: dos tiros libres y dos mazazos de zurda a cargo del portero rojinegro, quien, con tal potencia, dobló las manos de su colega para emparejar el juego en cuestión de tres minutos.
El empate cambió todo: en la tribuna los decibeles subieron por el sector pintado de rojo y negro, y en la cancha los rebotes también eran ganados por los futbolistas que vestían esos colores.
Silbatazo final.
Déjà vu daltónico, reacción rojinegra en esta ocasión, no auriazul.
Nuevamente penales y nuevamente para romper un empate a tres.
Otra vez la fortuna encargada de decidir al campeón.
Al final, festejo puma y lamento atlista.
Pero en este tipo de juegos no hay nada más injusto que señalar a un perdedor.
Como escribí en la columna publicada el 12 de julio de 2010: por algo, Pumitas y Atlas disputaron el juego para decidir al campeón de la categoría establecida por la Liga Infantil y Juvenil de Futbol con el nombre de “niños héroes”.
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