MARCO DEPORTIVO :: Don Meño y el “Rampa”







Es de esa gente de la que todos hablan maravillas. Cómo no hacerlo. La sonrisa franca, el comentario sincero, el eterno gesto bonachón que identifica a la gente de bien. Todos los días de su longeva vida dedicados a sus dos pasiones. Primero la familia: su esposa, sus hijos. Pero también primero el futbol, su otra familia: los amigos, los compañeros de juego. Lo conocí poco, pero suficiente para atesorar en la memoria un recuerdo amable de él. “Fui amigo de tu padre. Los recuerdo a ti y a tus hermanos de pequeños”, me dijo la última vez que nos vimos. Literalmente la última.
Hace unos meses, el director editorial de El Vigía, Enhoc Santoyo, me recomendó realizar un trabajo especial, una semblanza sobre este hombre ejemplar, sobre su vida y la historia de su romance con el futbol. Le dije que sí, que lo merecía. Ya lo buscaría un día de estos. Pero ese día no llegó: el trajín diario, el descuido de pensar que la gente valiosa siempre estará ahí esperándonos.
El jueves, el mismo Enhoc, conmovido por el cariño que sentía hacia él, me informó: murió Don Meño. Don Meño Pérez. A partir de ese momento, sólo una cosa en la mente: la deuda pendiente con él, el homenaje en vida, un trabajo amplio, en color, a la altura de su bondad, de su legado al futbol de Ensenada.
Para acentuar el sentimiento de culpa, al momento de recibir la noticia, me encontraba trabajando en la Ciudad de México. Tan lejos, imposible buscar testimonios para presentar la noticia de acuerdo a su magnitud, a su impacto para el deporte de la ciudad. Con ese ánimo abordé el avión de regreso. La semblanza que no escribí. La despedida en la que no estuve. Por fortuna, Don Meño sembró puras cosas positivas en su vida. Principalmente amigos, gente que lo quiso. Y uno de ellos, otro hombre de bien, Carlos Ramón “Rampa” Romero, futbolista, periodista y locutor por vocación, se encargó de saldar parte de la deuda. Al otro día en las páginas de la sección deportiva de El Vigía apareció un trabajo de esos que perduran porque están escritos con el alma, con el corazón, con el desgarro de quien se despide para siempre del amigo. Palabras conmovedoras, sentidas. Nadie como tú, Ramón, para escribir sobre tu amigo Don Meño. Tú sí cumpliste con él.

mdominguez@elvigia.net
md_niebla@hotmail.com





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