MARCO DEPORTIVO :: Sueños del niño futbolista
Era uno más de la palomilla. De niño, no faltaba a las cascaritas. Desde entonces quería ser delantero, el goleador, la figura del equipo. Las canchas de tierra en el barrio, forjaron su afición, su vocación por el futbol. El tiempo no hizo más que aumentar esa pasión.
En la adolescencia lo confirmó: quiero ser futbolista. Y lo fue. Pero la realidad no alcanzó la altura del sueño. Como tantos, se convirtió en futbolista amateur. Un apasionado jugador de fin de semana. Disciplinado, empeñoso, pero amateur, a final de cuentas. Cada lunes, los recuerdos imborrables: rodillas raspadas, las huellas de la batalla en los terregosos y hasta empedrados campos de futbol de la ciudad. La dinámica familiar, misma que engendró en él la pasión por el futbol, lo llevó hacia la política. Tal vez sin proponérselo, desde esa plataforma encontró un trampolín hecho a la medida para alcanzar la altura de sus sueños. Política y futbol: el medio y la meta. Funcionario municipal, estatal, alcalde y diputado, sí, pero ante todo futbolista: “Yo no soy un político que juega futbol, soy un jugador de futbol metido en la política”.
Festejado por sus colegas y criticado por los practicantes de otros deportes, su paso por la administración pública evidenció desde un principio la verdadera vocación del político: canchas de futbol empastadas por todos lados. De niño lo soñaba, de adulto lo dice en discursos: “Ya no más tierra, no más raspones en las rodillas, ahora podemos jugar con dignidad”. De niño fantaseaba, de adulto puede hacer la solicitud y será atendido por las más altas autoridades: “Necesito otros cuantos millones para seguir arreglando el campo en el que crecí como jugador de futbol”. De niño lo soñaba, de adulto puede cumplirlo: marcar un gol en el juego inaugural de la nueva cancha, la verde, la del pasto de la más alta tecnología. De niño lo soñaba, de adulto puede darse ciertos lujos: pants completo y zapatos de marca, todo de negro con las tres franjas blancas, impecable, Adidas original.
La sonrisa de orgullo, el discurso emocionado, las lágrimas a punto de escapar, el reconocimiento de sus amigos futbolistas y los compañeros de partido, quienes lo elogian y le festejan que “siempre se salga con la suya”.
El semblante lo delata. Es su momento.
Aquel niño futbolista está viviendo su sueño. De adulto lo ha hecho realidad.
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