Te sigo, siempre te he seguido.
Llegas poco después de las siete, más temprano que nadie, luego de dejar a tus tres ángeles en la escuela.
Escribes lo reporteado la noche anterior y te alcanza el tiempo para bromear y convivir con los compañeros de la redacción.
Tu radio suena y contestas con familiaridad a cada llamada, como si el informante fuera un amigo de años o un pariente cercano.
A las dos, en promedio, te vas del periódico, pero antes te despides de cada compañero, lugar por lugar, nombre por nombre: eres atento, forma parte de tu personalidad, por eso te estiman y te respetan.
Luego recoges a tus tres ángeles y comen juntos; con ellos, siempre pendiente, Imelda, tu esposa, tu media naranja.
Aprovechas tus pocos tiempos libres para convivir en familia y tu sola presencia es festejada por todos, madre y sobrinos, cuyos rostros se iluminan en cuanto te ven.
La actividad fuerte llega en la tarde-noche: vuelta a los gimnasios y los campos deportivos de la ciudad para dar cobertura al basquet o el volei, el beis o el soft, o cualquier actividad que se haya programado ese día.
Ahí, en los lugares adónde vas por la noticia, eres saludado por la mayoría como un amigo de siempre: directivos y técnicos, jugadores y aficionados, personal de mantenimiento y administración.
Eres paciente, competitivo y dedicado, quieres la información antes que nadie y si resulta necesario te quedas durante la jornada completa para llevar contigo la noticia que presentarás en la edición con etiqueta de prioridad: para su inmediata publicación.
Además, eres un especialista en lo tuyo, te informas y entiendes de todo, ya sea NBA, NFL, Grandes Ligas o futbol de todos lados.
Cómo no respetarte, si además de un extraordinario reportero eres un extraordinario ser humano con un sinfín de virtudes que la rutina me impide reconocerte a diario, porque parecen cosa común después de tanta vida juntos.
Pocas ocasiones como hoy (ayer) para detenerme a valorar cada capítulo que he vivido contigo, primero en casa y luego en lo laboral, etapa en la que no te has podido librar de mí (ni podrás), soy tu complemento y tú eres el mío.
Siempre te he seguido los pasos, aunque nuestros caminos sean tan diferentes.
Somos tan distintos en la mayoría de las cosas, aun siendo tan iguales en tantas otras.
Por eso te admiro tanto, a final de cuentas no sólo eres el reportero con el que comparto el trabajo diario; también eres mi hermano, mi hermano mayor.
Feliz cumpleaños, Ángel.

mdominguez@elvigia.net
md_niebla@hotmail.com





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