Marco Deportivo :: El niño de la foto
La foto, a pesar de los más de treinta años que han pasado, sigue mostrando intacta esa mirada vivaz, traviesa. Es la imagen de un niño feliz. Tal vez en ese momento, montado en la banca del jardín de niños, pensaba convertirse en un delantero “matador” como Kempes, para anotar el gol decisivo en un Mundial de Futbol. O es probable que se imaginara en una carrera frenética con el “8” sobre la espalda de la camiseta crema, festejando la anotación de un triunfo continental como lo hacía el gran Carlos mientras empezaba a ganarse el derecho de exigir que lo llamaran maestro. Puede ser que cuando la imagen quedó capturada por la cámara, fantaseara con vestir el número 44 del uniforme a rayas, idéntico al de Reggie, para conectar el jonrón mortal en la Serie Mundial. Es posible también que debajo de esa banca en la que aparece como una pequeña fierecilla lista para saltar, estuviera un ovoide de esponja con el cual se sentía protagonista de aquellos Súper Tazones de leyenda entre Cowboys y Steelers. Pero no todo lo que pensaba tenía que ver con deporte, esa mirada pícara bien podría delatar una estrategia diseñada para vencer a los compañeros de clase en la disputa por ganar la atención de Alejandra, la niña rompecorazones que existe en todo lugar donde conviven niños entre los cinco y los seis años. Tantas historias por su mente, todas con él como protagonista. Y era tan feliz que su expresión no revela rastro alguno de la angustia que vivía durante las noches de desvelo en las que escuchaba a papá y mamá mencionar un par de palabras cuyo significado entendió con el paso del tiempo, hasta familiarizarse con ellas: asma bronquial. Poca cosa, sin embargo, para opacar el mundo de ese chiquillo de imaginación fértil al que encuentro a diario sobre la pared mirándome de frente, con esa sonrisa sarcástica que me demuestra lo poco de él que queda en mí. Por eso desisto en el intento de copiar la imagen para publicarla en las redes sociales como lo hicieron tantos “amigos” aferrados al recuerdo de lo que fueron. Estoy seguro de que él, con el tino que tienen los niños para dispararnos las verdades a quemarropa, me sugeriría: por qué mejor no publicas la foto que está a un costado, la de tu padre, al fin y al cabo cada vez te parece más a él y menos a mí. Cosas de la edad, nostalgia. Eso me pasa por sentarme a escribir un 30 de abril, en la sala de casa y frente a esa foto.
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