Marco Deportivo :: Enfermedad incurable







Las molestias empezaron alrededor de las cuatro y media de la mañana del martes tres de mayo. Conforme avanzaban los minutos, el malestar era más intenso. Entonces recordé que o salía corriendo de inmediato al seguro social o no alcanzaría consulta, lo que significaría acudir a un médico particular cuyos honorarios –más el medicamento– acabarían con gran parte de mi quincena. Para evitar lo anterior, me armé de valor y a las cinco con diez minutos ya estaba sentado afuera de clínica 32, en la Blancarte entre segunda y tercera, junto a un montón de gente que llegó antes que yo. Por fortuna, sólo una persona iba al consultorio 6, así que fui el segundo en la lista. Todos permanecimos afuera hasta que un guardia de seguridad tuvo compasión y abrió la puerta para que ingresáramos. Pensé: dos horas de estar aquí pasarán como el agua mientras leía “La Fiesta del Chivo” de Vargas Llosa, una de esas historias de dictadores que me apasionan. Pero la charla de un vecino de asiento me hizo voltear al letrero que aparece arriba de la puerta de cada consultorio: Los martes, las citas matutinas empiezan a las nueve de la mañana. Maldita suerte, murmuré. Más de seis años de no pararme aquí y regreso justo el único día de la semana que la consulta no inicia a las ocho. Lo tomé por el lado amable. Seguí leyendo, hasta que, como a las ocho con quince minutos, la secretaria me recomendó que regresara dentro de una hora. Con el dolor abdominal que sentía en ese momento, deseché la recomendación y traté de olvidar el malestar físico ayudado por la embrujante narrativa del Nobel peruano sobre los más de treinta años en el poder de Rafael Leónidas Trujillo en la República Dominicana. Por fin, a las nueve y media, escuché la palabra esperada: “pase”. La atención del médico, hay que reconocerlo, fue excelente: revisión completa, preguntas, diagnóstico e incapacidad por un día: “suficiente para que te recuperes”, me aseguró. Salí tranquilo, pero molido, a las diez, cinco horas de estar en el seguro desde que llegué hasta que me abastecieron el medicamento. Lo peor ya pasó, supuse en ese momento, me dieron incapacidad, no trabajo y hay mucho deporte por ver. Pero no fue así. Finalmente, pese a que los problemas de salud fueron superados, las cosas, en general, empeoraron durante el resto de la semana. Soy americanista. Y esa enfermedad sí que es incurable.

mdominguez@elvigia.net

md_niebla@hotmail.com





Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.