Marco Deportivo :: El equipo de primera







Cuatro años como límite para llegar a la primera división.

En efecto, así lo indicaba el proyecto original, cuando nació en 2007.

Lo primero que se anunció fue el nombre de la franquicia.

Al principio, nadie podía creerlo, parecía una broma de mal gusto.

Semejante mote rayaba en lo grotesco, sin embargo, de tanto mencionarlo, la gente de la región, aún antes del debut, empezó a familiarizarse con él.

A pesar del escepticismo de las mayorías, el hombre detrás del proyecto –político polémico e influyente, entonces alcalde con aspiraciones a la gubernatura, que tomó el reto a nivel personal– insistía por aquellos días en que el sueño de la afición regional se convertiría en realidad: “pronto tendremos futbol de primera división”.

Sin la infraestructura necesaria para enfrentar un desafío de tal magnitud, el siguiente paso consistió en proyectar un estadio de primera línea que no solamente recibiera al futuro equipo de casa, sino que también contara con la capacidad de ser sede de eventos oficiales de carácter internacional.

Por aquellos días se presentó la espectacular maqueta del estadio, pero con la advertencia de que el equipo, cuando debutara en la división de ascenso, jugaría en un escenario prácticamente en construcción, en obra negra.

Para respaldar la iniciativa, las autoridades de la federación mexicana de futbol de inmediato mostraron su entusiasmo hacia el proyecto y asistieron a atestiguar los avances en la construcción del estadio y la negociación de la nueva franquicia.

En el camino hubo tropezones, como aquél generado por la lentitud en las obras del estadio y que derivó en la pérdida de la sede del proceso mundialista sub 17.

Pero los planes siguieron adelante, incluso con mayor ímpetu.

Primer paso: un equipo competitivo en la liga de ascenso, para empezar la identificación con el aficionado.

Segundo paso: el estadio construido por etapas.

Y tercer paso: primera división en cuatro años.

En los medios nacionales y en las juntas de la federación, el pintoresco nombre que bautizaría al equipo bajacaliforniano era manejado con insistencia.

Pero de repente todo se torció, hasta estropearse:

Los Cimarrones de Hierro de Ensenada terminaron siendo una vacilada.

Los Xoloitzcuintles de Tijuana llegaron con sus millones y se nos adelantaron.

El “estadio” de Valle Dorado, después de tantos años, sigue siendo un desastre, una obra negra.

El alcalde se convirtió en diputado.

Y Ensenada, hoy en día, no llega ni a tercera división.

mdominguez@elvigia.net

md_niebla@hotmail.com





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