Marco Deportivo :: El gremio de la lástima







Primero, me miró con cara de lástima. Luego, me preguntó por qué llegué a pie, por qué no traes en auto. Su gesto de compasión me preocupó, pero más me preocupó que su preocupación fuera por mí. Le contesté que estoy bien, que camino por prescripción médica o por el simple gusto de hacer ejercicio, o ya ni recuerdo qué bobería le inventé para que su rictus se distendiera.

La plática, en efecto, se relajó, pero, acto seguido, volvió a la carga, nuevamente compasivo: los cité aquí para que desayunen.

Le respondí que muchas gracias, que tomé algo antes de salir de casa, que con un cafecito estaba bien, que no tenía apetito.

Ya no insistió y, sonriente, sólo me dijo: si vieras el último evento que organicé qué bueno estuvo, vino mucha prensa, pero ellos no se anduvieron con poses como tú, ellos sí le entraron bien y bonito al banquetazo. Aunque algunos nomás hicieron la entrevista y se fueron sin probar bocado, otros, bien chistosos, ya en ambiente, hasta se pusieron a competir para ver quién había “gorreado” más comidas en la última semana.

Qué patético, pensé, pero fingí: es cuestión de estilos, le dije, cosa de cada quién. Entonces a lo que venimos, le sugerí, qué quieres informar.

La entrevista comenzó y en eso llegó el fotógrafo para tomar las gráficas. Hecho el trabajo, nos despedimos.

Me quedaré otro rato para esperar a los demás medios que cité pero que no han llegado –dijo y recapacitó, dejando escapar una escandalosa carcajada–: hubiera puesto en la invitación que iba a haber desayuno y segurito llegan todos.

Tal vez no tardan, le respondí.

En eso volteó a ver al fotógrafo y le preguntó: tú también vienes a pie.

No, le contestó, ando en moto.

Su expresión volvió a descomponerse y se convirtió en una mueca de solidaridad, de apoyo al jodido: a ver, vengan, con toda confianza, en serio, ¿quieren desayunar?

Sonriendo, reportero y fotógrafo, le reiteramos que no, muchas gracias.

Preocupado, dudó, pero soltó otra pregunta a quemarropa: ¿tienen otro trabajo aparte del periódico?

No, coincidimos ambos.

¿Y pagan bien por trabajar ahí?, cuestionó intrigado.

Lo suficiente para no pasar apuros, respondimos los dos, atropellándonos.

Pues les debe gustar mucho su trabajo, exclamó extrañado.

Así es, asentimos, mientras guardábamos la grabadora y la cámara.

Pero todavía, antes de despedirse, lanzó el último gesto de misericordia: ¿traen para gasolina o el micro?, si necesitan les doy una “ayudita”.

Nueva negativa: no, gracias. Todo bien. Nos vemos.

Al marcharnos, rechazando todas las muestras de buena voluntad del entrevistado, de lo único que nos arrepentimos fue de mancillar el esfuerzo desmedido de un “honorable” sector de colegas que, por tantos años, ha dejado esa huella imborrable que es seguida fervorosamente por algunos “distinguidos” herederos del gremio de la lástima.

mdominguez@elvigia.net

md_niebla@hotmail.com





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