MARCO DEPORTIVO :: El niño de la fila

Lo ves y te recuerda esa pasión con la que hablabas de futbol a su edad. Formados, en espera de entregar la documentación para el pasaporte, empiezas a charlar con él como si se conocieran de siempre, como si no fuera la primera vez que intercambian palabras. Tiene 11 años y te dice que le va a las Chivas, el equipo al que tú odiabas a esa misma edad. Aun así lo escuchas con atención, lo observas con admiración. Te cuenta que ya vio un juego del rebaño en vivo. Empataron con el Atlas “nomás porque Arellano falló un penal” en el mismísimo Estadio Jalisco, antes de que las Chivas estrenaran el “nuevo”, el Omnilife, al que sólo “vi cuando íbamos en el avión”. Después de contarte la anécdota, consulta a su acompañante. Mamá, vigilante de la conversación, asiente y completa todos sus comentarios, cariñosa, solidaria. Le platicas que por tu trabajo has podido conocer a muchos futbolistas profesionales, incluso al “Chicharito”. Te mira de reojo, como dudando, pero parece creerte y continúa relatándote cosas. Te dice que le encanta jugar futbol, que incluso ya lo hizo en un equipo infantil cuando era más chico, pero lo dejó porque no le gustaba que el entrenador le gritara tanto. Te explica que en la escuela, durante los recreos, es diferente, “ahí puedes jugar como quieras, divertirte sin que nadie te regañe”, sobre todo ahora que podrá hacerlo en la cancha grande porque ya es de los grandes: pasó a sexto. Ríes, no puedes evitar hacerlo. Coincides con él en todo. Te identificas, recuerdas tus tiempos de primaria. Sientes que estás frente a un amigo de años. Miras sus cabellos rebeldes, rebajados de los lados y peinados con gel en la parte superior, a la moda, mientras te habla de su familia. En todas sus historias está presente papá, de quien se expresa con orgullo, ya sea del viaje a Disneylandia, la ida al futbol en Guadalajara o la compra del reloj que te presume. También te relata las travesuras de su hermano menor. A él, te aclara, no le gusta el futbol, le gusta la lucha libre. La fila avanza rápido, más rápido de lo que quisieras. Toca su turno. Le aprueban la documentación. Su pasaporte está en proceso. Es hora de despedirse. Tu nuevo amigo se retira. Te quedas con ganas de seguir hablando de futbol, esa pasión que provoca esta clase de coincidencias involvidables. Cuando ves partir el auto, con él a bordo, piensas en lo dichosos que serán sus padres, esa mujer y ese hombre que lo han criado con el mismo amor que él les profesa en cada una de sus menciones. Tú también te marchas. En el camino sonríes deseoso de que tus hijos, a los 11 años, sean como él, sin importar el equipo al que le vayan.