MARCO DEPORTIVO :: Batallas ganadas

Es uno de esos casos en los que la sangre decide el futuro. Consolidado entre los mejores del país, apenas a los veinte, absorbió el aprendizaje desde la cuna, con el maestro en casa.
Karate a todas horas: en el desayuno, en la comida y en la cena. Como consecuencia de ese estilo de vida, el salto de calidad llegó muy temprano. Primero siempre en todos los procesos, el menor de la familia despuntó de inmediato, igual que el padre, igual que el hermano. La fórmula, sencilla: el talento consagrado a las horas de trabajo diario, a las exigencias del entrenamiento en el dojo. La primera vitrina que lo exhibió en toda su dimensión fue la Olimpiada Nacional. En la historia de la justa infantil y juvenil más importante de México, su nombre, ya legendario, está registrado entre los mejores exponentes no sólo del Karate, sino a nivel general, en cualquiera de los deportes.
Cada año triunfador, cada año cargado de oros. Pronto, el proceso nacional le quedó chico. Para entonces el camino ya estaba mostraba trazos definidos y hubo que pensar en los mejores rivales del continente y luego en los mejores del mundo, ya con la bandera nacional en el pecho. Antes de cumplir los veinte llegó la gran prueba y la superó con solvencia: el chico de Ensenada, el hijo del sensei, el mejor del país, clasificado a los Juegos Panamericanos de Guadalajara. Casi un año para prepararse, para llegar a punto al gran evento continental. Casi un año, también, para sufrir lo que tiene que sufrir un atleta de alto rendimiento en México. Vistazo al calendario de eventos, los torneos de mayor exigencia a punto de empezar. Primero el panamericano juvenil, prueba de verdad, las promesas del continente convertidas en realidad, listas para medir entre sí sus alcances.
Pero ahí, justo ahí, a dos meses de los Juegos Panamericanos, en el punto clave de la preparación, sus directivos le recordaron que nació en México, país donde la mayoría de las federaciones deportivas trabajan desde la improvisación, dejándole al azar el triunfo o el fracaso de sus talentos. Solicitud de apoyo para el viaje, en tiempo y forma. Análisis federativo y negativa. Entonces, a buscar apoyos. Al rescate el estado y la familia. Los primeros el traslado hasta Brasil –sede de la competencia–, los segundos los demás gastos.
Sacrificio afortunado. Una medalla de oro en cuatro combates, sin puntos en contra.
También una medalla de bronce por equipo. Ahora está listo para el mundial juvenil y para su debut en los Juegos Panamericanos de Guadalajara. El esfuerzo valió la pena. La confianza está al tope después del campeonato panamericano juvenil de Brasil, allá hasta donde Daniel, el menor de los Carrillo, llegó a pesar de su federación.
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