La última hazaña del deportista local.
La anécdota con el personaje admirado: el cronista, el periodista, el deportista.
La transa del político que, demagógico, utiliza el deporte de manera tramposa para ganar adeptos o simplemente para satisfacer afanes personales, protagónicos.
La crónica del hecho que impactará el futuro deportivo de la ciudad.
El funcionario que no lo parece, porque, sin apelar a la política para sustentar su cargo, se distingue del resto en base a su preparación.
El estadio que no es estadio, o la alfombra del campo que, defectuosamente instalada tras un concurso sospechoso, es enterrada por el barro.
La unidad que se debate entre el alto rendimiento y la juerga dominical.
La lesión del atleta virtuoso que, a unos días de enfrentar a los mejores del mundo, se recupera de manera milagrosa para cumplir con su destino.
El grandes ligas, el futbolista que debutó en primera, el boxeador programado en la función estelar que se transmitió a nivel nacional, los medallistas de oro, plata y bronce, o los no medallistas que se entregaron de la misma forma.
El amigo que atraviesa un momento difícil, o el amigo que festeja un triunfo.
El reconocimiento al talento que se ha visto nacer y de cuya evolución se ha sido testigo.
Las dictaduras que evidencian la podredumbre del sistema deportivo de México, sector en el que no hay motivos para celebrar centenarios ni bicentenarios pues no hay ni revoluciones ni independencias.
El niño que compite por amor al deporte, sin ser tocado, todavía, por los intereses que desvirtúan trayectorias.
El empresario que, pudiendo perder, arriesga y gana en su ciudad.
El lector que discrepa o el que coincide, ambos igualmente importantes para la retroalimentación diaria y para aderezar el debate.
Los estados de ánimo, tan notorios en cada texto.
La familia, los afectos, ese par de ángeles encantadores tan presentes en todo.
Historias personales que, adaptadas al deporte, superan ese ámbito para convertirse en temas de interés público gracias a la identificación con el lector.
La diferencia entre escribir con la camisa de fuerza de la nota informativa o poner el alma y la pasión, convencido de defender un punto de vista publicándolo cada tercer día.
Bendita columna, tan efímera y prescindible como cualquiera, como el ser querido u odiado cuya muerte puede llorarse o celebrarse por un día o una semana, pero que, ya fallecido, quedará como un vago recuerdo que el tiempo, finalmente, condenará al olvido.

mdominguez@elvigia.net
md_niebla@hotmail.com





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