Marco Deportivo








“Adiós Mariquita linda”. La pelota, cuando levanto la vista, ya está por detrás de la barda. “Jonrón, jonrón, jonrón”. Swing digno de Julián “el hombre récord”, Norberto “el zurdo de oro” o Fito “el mata pitchers”. El juego se desempata con ese batazo que se lleva por delante a un par de corredores colocados en base por errores del cuadro, así que esas dos carreras “son más sucias que la conciencia del diablo, si es que el diablo tiene conciencia”. Después de la sacudida, entra el relevista con la encomienda de retirar los dos outs que restan en la entrada. De inmediato, con una “curva pavorosa” cuya trayectoria dibuja una “joroba endemoniada”, domina a su primer adversario: “lo ponchó, lo ponchó, lo ponchó”, como lo hacía, montado sobre el montículo, Lalo “el dandy del pitcheo”. El siguiente rival, un “riega hits” consumado, al estilo de “Marito” Pérez, espera con paciencia el envío a modo y lo pone a volar a la espalda del fielder que, como si rindiera un homenaje a Juanito “el caballero del beisbol”, “el champion” García Montoya o “súper Ram” Orozco, regala una “postal” inolvidable al capturar a “doña blanca” para sacar el tercer out que acaba con el suplicio. Entre entrada y entrada escucho a manera de murmullo los comerciales leídos en vivo o grabados: “Mercado Romero, el mero mero en Maneadero, atendido por su amigo Carlos “Zurdo” Romero”, “A dónde vas, a dónde vas… a Pacific Bus”, “Coral, Coral, Coral, la dulcería más popular”, “Corona, la cerveza campeona”. Hora de volver a las acciones. En eso llega Alejandro, “el fotógrafo motorizado, el hombre de la eterna sonrisa” y descanso porque contaré con las gráficas para ilustrar la nota. Cierre de la novena entrada. El pitcher empieza descontrolado y entrega “pasaportes sin visa laser” a los dos primeros rivales que se paran en la caja de bateo. El manager lanza la señal a los corredores que se encuentran en primera y segunda base: doble robo. El disparo del receptor es a tercera: “lo pescó, lo pescó”, “qué tremendo brazo, oiga usted”, como si detrás del plato estuviera “el cañón” Peralta o “Varito” Cruz. Dos outs para consumar la victoria. Una sola carrera hace la diferencia. El lanzador se prepara. Hombre en segunda. Un out. La cuenta ya está llena. “No se mueva, no le cambie, te vas o te quedas…”. El bateador, entonces, conecta una línea que amenaza con empatar el juego, pero ésta es capturada por el campo corto al estilo de Damián “el pescado que parece pulpo”, quien dobla a la intermedia, donde el segunda base, con la misma seguridad que caracteriza a “Campita”, llega puntual para sacar el out veintisiete al encontrar al corredor en pleno camino a tercera. “Colorín, colorado, este juego se ha acabado y ha ganado…”. Claramente lo escucho, me acompaña a todos los campos de beisbol a los que asisto, con sus frases creativas, con sus homenajes a los protagonistas del juego. “Buenas tardes, tardes buenas”, lo escucho decir por último, “se despide su amigo Rogelio Escobar”. Pero volteo y la cabina sigue sola, extrañándolo, hasta que decida regresar de su descanso voluntario para alegrarnos las tardes de beisbol por la radio.

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