Por Marco Antonio Domínguez Niebla

Propósitos. Abrir los ojos al nuevo día como señal de que se ha sobrevivido a la noche. Alguna molestia pasajera propia de la edad que los ejercicios matutinos y un buen regaderazo no resuelvan. El abrigo suficiente para salir de casa a combatir las temperaturas de días como hoy. Salud para caminar lo que haya que caminar, y así, como dijo el poeta, hacer camino al andar sin dependencia de nada ni nadie. El primer café para despertar frente al teclado y escribir poco o mucho, lo necesario, lo preciso. Las llamadas y las visitas de trámite a cada informante cuya respuesta llenará ese documento en blanco que hay que abastecer a diario. Lecturas para informarse y lecturas para cultivarse. Un par de chicos que significan todo. Y también todos los demás, los que deben estar. Ni más ni menos. Nadie sobra y nadie falta. El deporte como materia prima. Tardes de cine, tardes de futbol y beisbol, los viajes. Y los 42, casi 43, como si fueran menos. ¿Propósitos? No. Que todo siga igual, tal como va ahora. Que lo único que cambia es el numerito del final.

Una gimnasta en la familia. De pronto irrumpió en escena. A simple vista y a media luz, era difícil identificarla. Las estaturas tan parejas y el uniforme tan igual como el sombrero plateado y el bastón en el mismo tono. Pero entre todas apareció radiante, espectacular. La voz aterciopelada (como decían los locutores de antes) era de Sinatra. Y el estribillo repetía una y otra vez New York, New York… Los dos, extasiados, no la perdieron más de vista: cadenciosa, ágil, bella. Toda una señorita. ¿La estás grabando?, preguntó él, orgulloso de ver a esa chiquilla, la mayor, sangre de su sangre, tan dueña de la escena entre un montón de sombras que la rodeaban durante el festival de fin de año. Porque para ellos todo lo demás y todas las demás eran meros accesorios hechos a la medida de su protagonista. Pasados los tres minutos de melodía, aplaudieron hasta cansarse mientras ella se perdía en la oscuridad que dio paso al siguiente número musical. Entonces salieron otras cámaras sostenidas por otros padres y otros hermanos igualmente emocionados. Todos en espera de sus propios protagonistas.

Amigos. A Elías lo conocí hace mucho tiempo. Como 12 años. Entonces yo conducía un programa de radio y él, desde su negocio, llamaba para comentar los temas de moda en el deporte. Michoacano, futbolero y buen amigo. A Sammy lo conocí un poco antes. Como 15 años. Llegó a Ensenada a instalar la escuela de Atlas y de inmediato cultivamos una amistad aún vigente. Tapatío, futbolero y buen amigo. Al doctor José Ramón lo conocí hace menos tiempo. Como ocho años. Era entrenador de equipos femeniles de futbol y desde la primera charla inició una relación de respeto y afecto. Nayarita, futbolero y buen amigo. Con Elías comí hace unos días. Con el doctor José Ramón me tomé un café poco antes de su viaje decembrino al terruño. Y con Sammy estoy por encontrarme este último día del año. Son mis amigos. Gente buena. Y futbolera.

Marco Antonio Domínguez.  Trabajó en los grupos radiofónicos Estereo Sol 92.1 y Grupo ACIR, donde condujo y dirigió programas deportivos, entre 1994 y 2003. Produjo y presentó el programa semanal de televisión "Tiempo Extra" en Canal 5 de Cable, parte de Síntesis TV, de 1999 a 2003. Desde noviembre de 2002 hasta abril de 2012 fue reportero de la sección deportiva de Periódico El Vigía. También ha colaborado para medios como ESPN.com, Agencia Fronteriza de Noticias, Puro Beisbol, Periódico Frontera y AGP Noticias.
Marco Antonio Domínguez.
Trabajó en los grupos radiofónicos Estereo Sol 92.1 y Grupo ACIR, donde condujo y dirigió programas deportivos, entre 1994 y 2003.
Produjo y presentó el programa semanal de televisión «Tiempo Extra» en Canal 5 de Cable, parte de Síntesis TV, de 1999 a 2003.
Desde noviembre de 2002 hasta abril de 2012 fue reportero de la sección deportiva de Periódico El Vigía.
También ha colaborado para medios como ESPN.com, Agencia Fronteriza de Noticias, Puro Beisbol, Periódico Frontera y AGP Noticias.