APUNTES PERDIDOS


Por Marco Antonio Domínguez Niebla
Mas si osare…
Caminan con suficiencia por las calles que han hecho suyas. Ni pareciera que han irrumpido sin permiso para hacer y deshacer frente al desinterés de las autoridades del país en el cual se han instalado. Lejos de buscar los mecanismos para solventar su estadía, exigen derechos, canonjías. La prensa especializada, permisiva e ignorante, también colabora: consiente, chiquea, como hipnotizada, dócil y fanatizada, siendo parte de la caravana extranjera, sintiéndose uno más de ellos. Y ay de aquel que cuestione o critique la invasión: “prensa negativa, nociva, xenófoba…”. Ellos, mientras tanto, ni preocupados por circular sin permiso, y asimismo declaran, cínicamente, cambiando los roles para encarnar a la víctima enfrentada al villano del relato, cuando alguien se atreve a cuestionarlos. Y más que rechazo, el apoyo de las masas: cuidado con tocar al fuereño, más allá de que venga al país a hacer lo que le venga en gana. Al fin y al cabo saben que los anfitriones se envolverían en su bandera, una bandera ajena, capaces de enfrentarse entre sí con tal de no dejarlos ir, protegiéndolos solidarios, con hospitalidad (¿somos los mismos?, ¿se es menos mexicano 100 kilómetros al sur, o se es más mexicano 100 kilómetros al norte?, ¿depende del color de piel o de quién sea el extraño enemigo que ha osado profanar con su planta tu suelo, para asilar generosamente o expulsar de manera violenta, según sea el caso?). El resultado es que, burlando las leyes de un país al que han llegado por intereses económicos, apoderados de las calles y las carreteras, asfaltos y terracerías, no hubo poder humano que evitara que los monstruos del desierto (como son llamados cursimente por la prensa especializada los espectaculares Trophy Trucks, esa especie de modernos espejitos de conquista) circularan por donde no debían hacerlo, igual que el resto de los autos y las motos, llevándose a su paso, nuevamente y como al menos dos veces cada año, áreas naturales protegidas de México a lo largo de la “Madre de todas las carreras fuera de camino” (como es llamada cursimente por la prensa especializada la Baja 1000). Y así se fueron los dueños de la fiesta: sin mirar atrás, triunfadores e impunes, intocables, gritando que aman a “Baja” y a “Meccico” y a su gente y “sus majestuosos escenarios”, mientras regresan hacia el norte, donde los suyos instalan alambres afilados y enormes muros de concreto porque, frente a sus antagonistas favoritos, los migrantes que buscan una mejor calidad de vida, en “America”, su casa, no se juega: allá la ley sí se respeta.
*El autor es colaborador de AGP Deportes.
