RÉPLICA


Por Fernando Ribeiro Cham
Contrastes
“Un estadio vacío es un esqueleto de multitud”
- Mario Benedetti
“No hay nada menos vacío que un estadio vacío. No hay nada menos mudo que las gradas sin nadie”
- Eduardo Galeano
Son las siete de la tarde y me encuentro en la pista de la ciudad deportiva. Después de un par de vueltas, subo a un segmento de las gradas del llamado “estadio” Valle Dorado, desde donde es posible ver la totalidad del complejo, el campo central, la pista azul que ya muestra grietas, las gradas vacías, jamás llenadas.
Dirán que la infraestructura servirá, en algún momento, que hay que pensar en grande, ampliar el horizonte, tener visión a futuro, aunque el pasado de hoy, el futuro de antier, haya demostrado que fue un exceso, un capricho personal, una casa sin habitantes que convirtieran las paredes y el techo en hogar, porque ni en aquella visita del equipo profesional de la frontera se tuvo una medianía de espectadores que alentaran, gritaran un gol o mentaran la madre del adversario. Nada.
Debatible lo que comentaré a continuación, pero me parece que al menos con los elementos que se tienen al día de hoy, las gradas del “estadio” en Ciudad Deportiva han sido la inversión de infraestructura menos fructífera de la última década. Se decoró el cuarto del bebe, se pintó de tal o cual color y ya se encuentra en la habitación la cuna, los juguetes y demás accesorios, pero quien debe dar alegrías y llanto, aún no llega, ni se ven indicios de un embarazo que anuncie la llegada futura del habitante del cuartito al que con tanto esmero se le ha adecuado su estancia.
Son las siete y treinta de la tarde. Hacemos fila para entrar y un hombre se acerca a Careaga. “No le sobra un boleto que me venda”, preguntó. No, pero ahí está la taquilla, quizá encuentres. “Ya no hay boletos, está todo agotado”, respondió un tercero. De izquierda a derecha, con pase para toda la temporada o entrada general, todo luce ocupado. En la entrada está el “Tarzán” Guerrero acompañado del “Chón” Duarte, Laura Urzua comparte con algunas compañeras y las diferencias políticas convergen en el auditorio, con Arturo Alvarado y Abel Gómez Cano como prueba de lo anterior. En el deporte cabemos todos y en el gimnasio no cabe nadie más.
Las luces se apagan y los jugadores hacen su entrada a la duela de la mano de los niños. Cuántos de ellos no habían nacido o tendrían escasos dos o tres años, desde la última vez en la que un juego de baloncesto nos reunió a todos los que estamos aquí, con aquellos cimarrones que tuvieron un paso efímero por nuestra ciudad.
El gimnasio, al menos hoy, luce ya insuficiente.
Son las ocho de la noche y estoy por concluir esta columna. Los proyectos nacen por y bajo distintas circunstancias. Los hay como anhelo personal y también como el beso de esos cuentos infantiles que revivía a la protagonista dormida en el letargo y esperando despertar. El “estadio” de Ciudad Deportiva es lo primero. El “Tigre” y los lobos que lo habitan, lucen como lo segundo.
*El autor es Licenciado en Actividad Física y Deporte por la UABC. Fue responsable de deporte asociado en el Instituto del Deporte de Baja California. En la actualidad encabeza la coordinación de educación física en el Sistema Educativo Estatal. También preside el consejo directivo del Salón de la Fama del Deporte de Ensenada.