Isaac en Ensenada

Por Néstor Cruz Tijerina
“Un verdadero campeón, sólo nace desde abajo”. Lo dijo Julio César Chávez, uno de los más grandes campeones de México. Y pensé inmediatamente en Isaac del Toro, quien nació en Ensenada. Un lugar que podría considerarse de lo más bajo, en lo que a prestaciones para los ciclistas respecta.
¿Cómo surgió Isaac de la ciudad peleada con las ciclovías? ¿Cómo es el tercer mejor ciclista del mundo, un chico emergido de la tierra de los baches? De uno de los lugares con más vehículos per capita de México. Del puerto al que le dicen “pueblo bicicletero” como ofensa.
Me imagino a Isaac como a Jean Baptiste Grenouille, el infame protagonista de El Perfume, de Patrick Süskind, quien a pesar de haber nacido en un mercado de pescado en París del siglo XVIII, entre vómitos y orines de la gente de la calle, poseyó el olfato más sofisticado del mundo.
Así me imagino a Isaac en sus primeros años rodando por Ensenada. Padeciendo lo que, los que hemos sido ciclistas aquí, vivimos a diario: El ataque de los microbuseros (transporte público), los baches poncha llantas, los conductores que te avientan el carro, los vecinos que te consideran pobre por moverte en bici, en vez de viajar en carro. La tierra de la religión del automóvil.
Me imagino a Isaac sorprendido, llegando por primera vez a Europa, y descubriendo que allá la bici es cosa de todos los días para la mayoría de sus ciudadanos. Que las políticas públicas van encaminadas a limitar cada vez más el uso de los automóviles, para mejorar la movilidad y la salud.
Imagino cómo fue para él entrenar y competir las primeras veces, en carreteras sin hoyos, donde no te echan el carro ni te pitan como energúmenos… Y me imagino que, aún así, sintió esa nostalgia que da cuando estás lejos de casa. Porque la tierra, la mayoría, la traemos tatuada en eso que llaman alma. Y regresar a ella siempre causa felicidad.
Creo, sólo supongo, que Isaac está contento de volver a casa, su Ensenada, con todas las victorias que trae en su maleta. El tercer lugar del mundo. Incontables camisetas rosas y monitos de peluche del Giro de Italia. La experiencia acumulada. La sensación de misión cumplida… Pero con la visión al futuro de todo lo que viene.
Isaac rompió el molde del ensenadense. Rompió su propio destino al aprovechar la oportunidad de oro que le dieron sus padres. Ni siquiera puedo imaginar lo extremos que han sido sus entrenamientos para llegar al nivel que hoy tiene. Todo el dolor, toda la fuerza mental, todo el sudor escurriendo por su cuerpo esbelto. Toda el hambre y toda la rabia que necesitó para ser tomado en cuenta por el mejor equipo ciclista del mundo, y luego triunfar.
En Ensenada, de vez en cuando nacen personas extraordinarias que nos ponen en el mapa. Y como sociedad, de vez en cuando ponemos ejemplos. Aquí, por decir, se dio la primera alternancia política en el país, luego de más de 70 años de hegemonía del PRI. Aquí, donde casi no se juega tenis, nació el mejor tenista mexicano de la historia. Es cuna de grandes gimnastas, y apenas hay lugares donde practicar esa disciplina.
Aquí, como en una calle putrefacta de Francia, nació Isaac, y seguirán surgiendo niños que soñarán muy alto. Lo más bonito de la existencia de Isaac del Toro Romero y que esté de regreso en Ensenada, es que esos sueños, a la vista de todos, son posibles de alcanzar.




